En la época gloriosa del imperio, algunos de
los mandatarios de Roma encontraron en Hispania enclaves
estratégicos que vistieron con murallas, templos, termas y
teatros.
Con la expansión del Imperio Romano algunas
tropas se expandieron por la península del sur de Europa,
territorios que denominaron como Hispania y Lusitania. Bien
por motivos militares, económicos o por simple gusto,
generales y emperadores fueron ordenando construir ciudades.
Algunas de ellas pronto entraron a engrosar
la lista de los núcleos más prósperos del imperio y tuvieron
la suerte de formar parte de la historia albergando
espléndidos monumentos que hoy son ruinas muy preciadas.
Desde el sur de Cataluña, Tarragona es una
ciudad milenaria de una grandeza que los romanos apreciaron
y contribuyeron a ensalzar con su arquitectura,
especialmente cuando el emperador Augusto hizo de ella su
hogar.Este cálido enclave en plena
Costa Dorada fue importante para el imperio y se encuentra
repleto de estatuas, recintos y construcciones que recuerdan
aquella época. No en vano la ciudad es un museo al aire
libre que fue declarado Patrimonio de la Humanidad en el
2000.
Su importancia la determinan monumentos sólo
reservados a las urbes destacadas. Entre sus ruinas se
encuentran un anfiteatro junto al mar, que albergó batallas
de gladiadores y fieras y un circo que fue escenario de las
carreras de cuadrigas.También por
supuesto el centro neurálgico de cualquier ciudad romana que
es el Foro, símbolo de la vida en el imperio con sus
columnas, plazas y estancias.
Impresionantes son las murallas del Paseo
Arqueológico que rodean el Casco Antiguo, a pesar de que
sólo se conserva uno de los cuatro kilómetros originales.
En ellas sigue en pie el Portal de San
Antonio, única puerta original de la fortificación. A las
afueras sobre un valle, se encuentra el magnífico acueducto
del Puente del Diablo.
También en las proximidades se alzan el
arco de Bará y la Torre de los Escipiones, un monumento en
forma de prisma cuadrangular que no se sabe si es funerario
o conmemorativo.
No se puede hacer un repaso a las huellas que
el Imperio Romano dejó en la península sin hacer mención al
Acueducto de Segovia, seña de identidad de la ciudad y una
de las estampas romanas más representativas y mejor
conservadas.Como uno de los mayores
ingenios romanos, el acueducto traía el agua del manantial
de la Fuenfría hasta la ciudad, superando una distancia de
más de 15 kilómetros.
Su recorrido comienza en las afueras con
arcos sencillos que llevan el agua hasta una cisterna y de
ahí a través de un canal hacia la plaza de Díaz Sanz, donde
cambia de rumbo hacia la del Azoguejo.
En este punto se forman dos monumentales
filas de arcos superpuestos que aportan una espectacular
vista. Su máxima de altura es de 28,5 metros y su compleja
estructura cuenta 167 arcos. Es de resaltar que sus más de
20.000 bloques de granito se mantienen tan sólo por la
gravedad, sin ningún tipo de cemento.
Y aún así su solidez le ha permitido
permanecer operativo hasta no hace mucho, abasteciendo al
Alcázar de la ciudad.
Calzada
romana de Santiponce
A ocho kilómetros al noroeste de Sevilla se
encuentra esta población que fue la fundación romana más
antigua de la Península Ibérica y cuyas ruinas fueron
declaradas Monumento Nacional en 1911.
Construida de la mano del general Escisión,
en su seno nacieron emperadores de Roma como Adriano y
Trajano. Se divide en dos zonas, la Ciudad Vieja, dentro de
Santiponce y la ampliación de la Ciudad Nueva, fuera del
núcleo urbano.
Al norte de la Vía de la Plata se encuentra
esta ciudad leonesa en la que los romanos se instalaron para
explotar el oro de sus cercanas minas.
Los vestigios del imperio quedan plasmados en
las ruinas del foro, las termas, algunas redes de
saneamiento, pavimentos con mosaicos y la Ergástula, un
enorme pórtico abovedado, reconvertido ahora en museo
romano. Lamentablemente la muralla que conserva no es la
original.
Mérida, en el extremo sur de la citada
calzada, se ve también engalanada de restos de la
civilización, desde es el espectacular Acueducto de los
Milagros a las afueras, realizado en ladrillo y granito, con
tres filas de arcos.La ciudad de
Mérida, cruce de vías clásicas, conserva redes hidraulicas,
puentes, teatro, anfiteatro y circo, además del Arco de
Trajano o la Casa del Mitreo.
También cuenta con dos templos, el de
Diana, que conserva las columnas que le rodeaban porque se
ha utilizado con posterioridad, y el dedicado a Marte, que
fue reconvertido en iglesia cristiana.
Ruinas de
Julióbriga Cantabria
Aunque de forma más diseminada, la huella
romana queda patente en otros varios lugares de la
península. Algunos ejemplos son las antiguas polis de
Cañaveruelas y Valverde de Júcar en Cuenca, el arco de
Caparra en Oliva de Plasencia, Cáceres o las ruinas de la
ciudad tributaria de Julióbriga en Cantabria.
|
|
|