Contraste de barrios marineros y palacios en
Cudillero
Empezamos por el oeste, por Cudillero, aunque bien
podríamos realizar el recorrido en orden inverso. Esta es la típica
localidad marinera, pintoresca y representativa de los pueblos de la
costa asturiana.
Sus estrechas callejuelas, dispuestas como un
anfiteatro, y sus casas colgantes le dan una personalidad única. El mar
está siempre presente y por eso a sus habitantes se les llama pixuetos,
de pix (pez). No podemos obviar aquí una visita al versallesco Palacio
de Selgas, construido a finales del siglo XIX.
Acantilados espectaculares entre Cudillero y Muros de
Nalón
Muy cerca nos espera el agreste Cabo Vidio, un
acantilado de 80 metros sobre el mar, desde el que intuimos la silueta
de otro promontorio, la Estaca de Bares, y la cercana desembocadura del
Nalón.
La ría que forma se admira mejor desde el siguiente
mirador, el del Espíritu Santo, entre los municipios de San Esteban de
Pravia y Muros del Nalón. En este lugar empieza una excelente senda
peatonal costera, bien señalizada e ideal para llegar sin prisas a Playa
Aguilar, en medio de la cual se alza un característico peñón vertical.
El paseo prosigue hasta la barra de San Esteban, donde
se impone contemplar el ir y venir de pesqueros allí donde el río Nalón
se encuentra con el mar.
Lecciones sobre los fondos marinos en Cabo Peñas
Siempre hacia el este, seguimos nuestro viaje hasta el
Cabo Peñas. A lo largo de los años, las galernas han destrozado muchos
barcos lanzándolos contra semejante muro natural.
En días de fuerte viento, plantarse de cara a él
equivale a sentir toda la fuerza de la naturaleza. De ahí que el cabo lo
corone un magnífico faro, que hoy en día es también un ameno Centro de
Interpretación Marítima.
De manera informativa, este centro da cuenta de la
extraordinaria biodiversidad de la zona. En las ricas aguas del
Cantábrico, nadan el sargo, la lubina y la dorada, por no hablar del
variado y sabroso marisco.
El encanto de la villa de Tazones
Proseguimos en la misma dirección y en el camino
pasamos por Villaviciosa, localidad famosa por el azabache que se
extraía de sus minas. En la Edad Media, se enviaba a través del Camino
de Santiago hacia Compostela, para el gremio de plateros de Galicia.
Algo más adelante, descubrimos el recogido puerto de
Tazones, quizá uno de los más bellos del litoral Cantábrico. La leyenda
cuenta que Carlos I de España y V de Alemania pisó por primera vez la
Península en este lugar. Hoy seduce por sus casitas populares y
coloridas, dispuestas en forma escalonada.
Fin del camino, con los Picos de Europa en el
horizonte
Antes de concluir el viaje, el mirador de San Roque,
en Lastres, ya nos da un anticipo de lo que encontraremos más adelante,
cerca de Arriondas, por la AS-260.
Se trata del Mirador del Fito, donde con algo de
paciencia se ven aves rapaces. En los días claros, desde ambos miradores
la vista alcanza hasta los Picos de Europa.
Sugerencia gastronómica
La mesa asturiana abunda en platos contundentes,
propios de inviernos fríos, como las sabrosas fabes. Tampoco faltan los
quesos de aroma poderoso como el cabrales o el gamonedo, así como el
excelente marisco de la zona.
Sin duda, hay que probar el sabor delicado de los
erizos, que aquí llaman oricios, en la Casona de Pío, (c/ Riofrío 3,
Cudillero, tel.: 985 591 512), que cuenta con vivero propio. En Tazones,
el restaurante La Nansa es el lugar idóneo para pedir el sargo a la
sidra (Barrio de San Roque 20, tel.: 985 897 038).
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