De Ripoll a Camprodón
Empezamos la ruta en la capital. Concretamente, en la
plaza del Monasterio y su adyacente, Abat Oliva,
centro neurálgico de la ciudad.
Te dará una idea de la importancia de Ripoll.
Aquí está la bonita iglesia de Sant Pere, el Ayuntamiento, la
Oficina de Turismo y el monasterio benedictino de Santa María.
Este último, conocido como la cuna de Cataluña, fue fundado por el rey
Guifré el Pelós en el siglo IX con la intención de ayudar a la
repoblación de la zona, y con el tiempo se convirtió en uno de los
centros culturales más importantes de Europa, y sin duda uno de los
monasterios más importantes de Cataluña hasta el siglo XV.
Destaca su magnífica portalada del año 1150,
que imita un arco triunfal. Hoy en día quedan en pie, tras una
remodelación, la basílica, el claustro y la residencia del vicario
(actualmente sede del ayuntamiento). La entrada general cuesta 3
euros.
Partiendo de la plaza, date una vuelta por el casco
antiguo. Puedes hacerlo por tu cuenta o apuntarte a los recorridos que
organiza la Oficina de Turismo (el precio depende de la ruta. Tél. 972
70 23 51).
En todo caso, para en Can Junyent
(calle Sant Pere) o Can Costa (plaza del Ayuntamiento)
y compra algunas carícies o moxaines, unos deliciosos pastelitos típicos
de la ciudad creados en el siglo IX.
Gótico y románico
Dejando Ripoll, sigue la C-26 hasta el
monasterio de Sant Joan de les Abadesses, el otro centro
administrativo del Ripollés. No tardarás más de 15 minutos en llegar.
Tómate tu tiempo para pasear por su precioso claustro gótico.
Coge luego la C-38 para llegar a Camprodón.
Aquí se encuentra, además del sobrio monasterio de Sant Pere de
Camprodón, de mediados del siglo X, un pueblo con un importante pasado
románico.
Compruébalo visitando el puente Nuevo,
un conjunto monumental histórico único del siglo XII y
la iglesia de Santa María (muy cerca del monasterio).
En el centro, prueba los platos del restaurante El Pont 9 (camino
Cerdanya, 1, Tél. 972 74 05 21). Después, date una vuelta por el
paseo Maristany. Y una curiosidad: ¿sabías que el compositor
Isaac Albéniz nació aquí? Si te interesa su obra, puedes visitar el
museo dedicado a su figura.
Desde Camprodón, vale la pena que hagas dos escapadas
de una mañana para ver, por un lado Beget, un
pintoresco pueblecito que ha conservado intacto su aire medieval y por
otro, la iglesia de Santa Cecilia de Molló (casi en
Francia).
A Beget se llega siguiendo la C-38. Aquí, visita la
bonita iglesia de Sant Cristòfol, del siglo XII.
Normalmente está cerrada, pero en su puerta verás un cartel indicando
qué vecino tiene las llaves.
Vale la pena ir a buscarlas, porque en su interior
verás la interesante Majestad de Beget, una imagen de
Cristo del siglo XII, y con nada menos que dos metros
de altura.
¿Conoces al conde Arnau?
Para saber más sobre la región, en el Palacio
de la Abadía de Sant Joan de les Abadesses (Tél. 972 72 05 99)
está el Centro de Interpretación del mito del Conde Arnau, donde
aprenderás más sobre este personaje (3,50 euros y gratis los niños).
También ofrecen visitas guiadas durante los fines de semana y en verano.
En el complejo, además, se organizan distintas actividades y hay una
interesante sala de exposiciones.
Valle de Ribes: algo íntimo
El centro administrativo y punto de encuentro de
turismo de montaña es Ribes de Freser. El pueblo en sí
se visita en media mañana. Paséate por su centro, siéntate en la plaza
del Mercado y relájate. Compra alguno de sus postres típicos: dainas
(pasta seca con hierbas aromáticas) en la panadería Robiró (Tél. 972 72
71 06) o el met (a base de almendras) en la pastelería Sant Jaume (Tél.
972 72 70 08).
Visita luego la iglesia de Santa María.
Fue derribada durante la Guerra Civil, pero conserva tres ábsides
originales del siglo XI. En su interior se encuentra la reproducción de
un baldaquín (el original está en el museo de Vic), representación del
Pantocrátor, de las mejores piezas de pintura sobre tabla del románico
catalán.
Después, visita el castillo de Ribes,
a 1 km por un agradable camino. Está en ruinas, pero te harás una idea
de como era este bastión defensivo de la ciudad.
Disfruta luego de cocina catalana de calidad en
Els Caçadors (calle Balandrau, 24. Tél. 972 72 70 77).
Es un restaurante de los de toda la vida –son ya la cuarta generación– y
su plato estrella son los caracoles.
Ribes se encuentra en la confluencia de tres
ríos. Eso ha diseñado su entramado y que el agua sea parte
importante de su día a día. El pueblo y sus alrededores cuentan con unas
40 fuentes, la mayoría, objeto de leyendas. Si estás interesado en
conocerlas, el Ayuntamiento ha diseñado una mapa señalizado para
seguirlas. Hazte con él en la Oficina de Turismo.
En cremallera
A 7 km de Ribes está Caralps, uno de
los pueblos más pintorescos del valle. En su día, se restauró
concienzudamente y hoy podrás admirar sus callejuelas y casas de piedra
y pizarra.
Visita la iglesia de Sant Jaume (si
está cerrada, pide las llaves en el Ayuntamiento). Es del siglo X,
aunque reedificada en el XII y tiene un singular pórtico de seis arcos,
muy bien conservado.
Desde Caralps te espera otra excursión imprescindible:
el santuario de Nuria, centro de peregrinaje con mucho
seguimiento en la zona. En este caso deberás coger el tren cremallera
que te lleva a este enclave, a 2.000 m de altura. En temporada baja:
10,25 euros y gratis menores de 5 años. Y si lo coges en Ribes, 11,40
euros. En
www.valldenuria.com ofrecen paquetes para familias que incluyen el
trayecto del cremallera más alguna actividad, como rutas a caballo o en
canoa.
Y para terminar, visita las tres pequeñas
iglesias de San Víctor de Dorria, con interesantes pinturas
murales, la de San Esteve de Pardines y San Vicenç de Planoles. De paso,
compra buen embutido en El Tarter (Pardines) y en Casa Cosp (Planoles).
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