Un sueño desafortunado.
Desde el año 2007, el municipio cuenta con
un museo que narra la historia de la brujería y la locura
inquisitorial que condenó a la hoguera a miles de inocentes
por no comulgar con su férrea doctrina.
Corría el año 1610 cuando una vecina de Zugarramurdi
contó que había visto en sueños cómo unos vecinos del pueblo
participaban en un aquelarre en la cueva. Lo que debió
quedar en una anécdota fue denunciado ante el tribunal de la
Inquisición de Logroño,
que arrestó a 53 parroquianos.
La mayoría murió en la cárcel y 11
ardieron en la hoguera.
Muchos otros municipios de Navarra
vivieron episodios similares. El Museo
de las Brujas organiza visitas guiadas por el pueblo,
además de ser parte activa del Día
de las Brujas; una fiesta anual que se celebra desde la
puesta en marcha del museo.
La cueva, lugar de prácticas
secretas.
El arroyo Orabidea ha excavado un túnel
natural de 120 metros de largo y 12 metros de alto, con dos
galerías elevadas sobre el cauce. El conjunto recibe el
nombre de Sorginen Leizea, que en euskera significa
precisamente la cueva de las brujas.
Siguiendo con las referencias esotéricas,
la cavidad principal se llama Infernuko Erreka, o lo que es
lo mismo, regata del infierno. La cueva ofrece al
visitante un ambiente evocador: aunque no presenta
estalactitas ni pinturas rupestres, tiene el encanto del
misterio que la envuelve.
Y es que aquí se llevaban a cabo ritos
paganos y prácticas de medicina natural, muy enraizados en
la cultura popular y aceptados por la sociedad hasta que se
vincularon al satanismo. Por cierto, el término aquelarre,
que se utiliza para denominar las ceremonias de invocación
del diablo, tiene su origen en Zugarramurdi, porque junto a
la gruta hay un prado llamado Akelarre o Campo del Macho
Cabrío.
Dándole la vuelta al concepto, cada 18 de
agosto se celebra el Zikiro Jatea; una fiesta gastronómica
donde el protagonista es el cordero asado. A quien
Zugarramurdi le sepa a poco y desee practicar
la espeleología, el valle del Baztán cuenta con cuevas
idóneas para ello, como la de Ezkaldo.
Casonas nobles y rutas de
contrabando.
Además de visitar las grutas y el Museo
de las Brujas,
no podemos dejar de dar una vuelta por el pueblo y observar
la pintoresca mezcla de arquitectura popular con palacios
señoriales, como el de Dutario, que recuerda las casas de
los indianos.
La construcción más antigua del pueblo es
la de Beretxea, pues fue la única que sobrevivió al incendio
de 1793, provocado por tropas francesas de la época de la
Revolución Francesa, durante la guerra de la Convención o
del Rosellón, que salpicó a ambos lados de la frontera.
Otro de los encantos de la zona son los
senderos que recorren el valle y que utilizaban los
contrabandistas en el pasado.
El más importante es el que une las cuevas
de Zugarramurdi
con las de Sara y las de Urdax.
El recorrido, de unos 12 km, está bien señalizado y es apto
incluso para familias con niños.
Sugerencias gastronómicas.
La caza, el cordero asado o las setas,
además de los excelentes quesos, forman parte de la
gastronomía de la zona. Una buena opción para degustar la
típica comida vasco-navarra es el restaurante La
Koska, situado en Urdax,
a tan solo 5 km de Zugarramurdi.
Pero a 2 km, y ya en territorio francés,
podemos disfrutar del restaurante Ithurria
establecimiento que cuenta con un Sol Repsol. Entre sus
platos estrella encontramos la piperrada (un plato
a base de pimiento, tomate y cebolla), el foie-gras
o el jamón de Bayona. En su carta de vinos predominan los
vinos franceses como el Burdeos, en convivencia con el
Armañac.