La escapada motera que os presentamos en esta
ocasión tiene su punto de partida en Valsaín.
Una pequeña localidad a 14 kilómetros de Segovia
y a tres de San
Ildefonso y que destaca por su Palacio, testigo
de grandes momentos históricos, como los festejos de las cuartas
nupcias de Felipe II en 1570.
Un incendio lo arrasó en 1697,
durante el reinado de Carlos II, y empezó su decadencia.
Iniciando la ruta en Valsaín, sería un error no acercarse hasta La
Granja, a poco más de cuatro kilómetros de
distancia. Está tan próxima que apenas da tiempo a meter sexta.
La Granja es un pequeño municipio levantado
alrededor de la lujosa residencia de recreo que Felipe V ordenó
construir en 1724.
Durante los siguientes veinte años los
jardines y el palacio se engrandecieron y todos sus sucesores,
hasta Alfonso XIII, utilizaron el recinto palaciego como
residencia de verano.
Carrusel de belleza
Por la belleza de su arquitectura y sus
jardines, el Palacio de La Granja es comparable al de Versalles,
aunque de menor tamaño.
Los jardines están salpicados de una prolija
colección de fuentes con juegos de agua, enmarcadas por espesas
arboledas.
La visita a la Real Fábrica de Cristales también es muy
aconsejable. Es uno de los mejores ejemplos de arquitectura
industrial, vestigio del lujo y el poder que rodeó al Palacio en
tiempos pasados.
La visita a La Granja puede alargarse toda la mañana. Pero Segovia
está esperándonos con los brazos abiertos a la vuelta de la
esquina.
Retomamos la carretera que conduce a San Ildefonso, y
transcurridos diez kilómetros, antes de que puedas darte cuenta,
ya estarás rodando con tu motocicleta por las calles cargadas de
historia de la ciudad
Patrimonio de la Humanidad.
Segovia, sabor a cultura
Como no podría ser de otra manera, lo primero que se
avista al llegar a la capital segoviana es su magnífico
acueducto.
Es, sin lugar a dudas, uno de los monumentos
más importantes de la antigüedad, y una majestuosa obra de
ingeniería. Además, de dotar de particular personalidad a la
ciudad.
En total, el acueducto suma 163 arcos y alcanza su altura máxima
en la Plaza del Azoguejo, donde se levanta a más de 28 metros.
Y es precisamente en ese punto donde es
recomendable dejar la moto aparcada y pasear por la ciudad.
La mejor manera de descubrir sus muchos
rincones con encanto hasta llegar al Alcázar.
Otra de las cosas de obligado cumplimiento cuando se visita
Segovia es degustar su
excelente gastronomía. Una apuesta segura es el
afamado El
Mesón de Cándido.
Como todo el mundo sabe, el cochinillo asado
es el plato estrella, precedido de judiones de La Granja, y
rematado con la torrija de leche caramelizada con helado de
chocolate.
Con el estómago satisfecho ponemos rumbo norte
para hacer kilómetros y disfrutar del aire en la cara. Próxima
parada: Pedraza.
A unos 40 kilómetros. Se trata de una villa
medieval amurallada, cuya cuidada rehabilitación motivó su
declaración como Conjunto Monumental en 1951.
La puerta de la villa y el castillo son sus
dos monumentos más destacados. La construcción de la puerta data
del siglo XVI; el escudo de Iñigo Fernández de Velasco, Señor de
Pedraza entonces, preside la entrada.
Los portones, de madera de álamo negro, se
cerraron durante siglos por la noche, con lo que se impedía la
entrada o salida de cualquier persona salvo emergencia.
El castillo, por su parte, lo adquirió el
pintor Ignacio Zuloaga en 1926 y lo restauró de arriba a abajo.
Hoy alberga buena parte de su obra y está abierto al público.
Buenas fechas para visitar la localidad son el
primer y segundo sábado del mes de julio, cuando se celebra ‘La
noche de las Velas’. Entonces, el alumbrado público se apaga y
deja paso a los cientos de velas que adornan las calles,
ventanas, plazas, jardines y patios. Un espectáculo digno de
ver.
Continúa el espectáculo
Tras el alto en Pedraza, continuamos el
trayecto rumbo a nuestro destino final: Las Hoces del Río
Duratón. A partir de este punto, el camino se vuelve más
divertido y el paisaje se torna verde.
Antes es recomendable hacer una parada en Sepúlveda,
a tan sólo media hora de Pedraza.
Esta localidad es famosa por su exquisito
lechazo asado en horno de leña, una reconfortante opción antes
de lanzarse a descubrir las Hoces del río Duratón.
No podemos partir sin pasear por sus calles,
recorrer su plaza mayor con los restos del antiguo castillo y
ascender hasta la iglesia del Salvador, para conocer una de las
joyas del románico segoviano y disfrutar de unas espectaculares
vistas.
Continúa la ruta por San Miguel de Bernuy y
Carrascal del Río hasta Burgomillodo,
punto de inicio de las Hoces del río Duratón, uno de los
espacios naturales más espectaculares de la región.
Una buena opción es entrar a Burgomillodo para
contemplar el embalse del mismo nombre, y posteriormente
continuar hasta Castrillo de Sepúlveda y Villaseca. Allí nace
una pista sin asfaltar pero de baja dificultad que conduce hasta
la ermita románica de San Frutos, del siglo XII.
Ya sólo queda disfrutar de la curva que
realiza el río Duratón, uno de los parajes más impactantes de
nuestra geografía, y observar el vuelo de diversas aves rapaces
que habitan en este espacio natural.