Este antiguo ‘llaqta’ construido en el siglo XV
está considerado una de las grandes maravillas
del mundo moderno, al ser al mismo tiempo una
obra maestra de la arquitectura y una hazaña de
la ingeniería.
La construcción de una ciudad, encaramada en lo
alto de un monte a 2.450 metros sobre el nivel
del mar, en un terreno con estas características
orográficas, de subsuelo, humedad e –incluso–
sísmicas, sería un reto para arquitectos e
ingenieros de hoy. Es un completo misterio cómo
pudo edificarse con los medios disponibles en
los Andes en el siglo XV. Los incas no hacían
uso de la rueda, ni de animales de carga, ni del
hierro y, sin embargo, la ciudadela está formada
por millones de piedras perfectamente talladas,
algunas de las cuales pueden llegar a pesar más
de veinte toneladas. Aunque sigue siendo un
enigma porqué eligieron un emplazamiento tan
adverso y cómo alcanzaron niveles tan altos de
sofisticación técnica, numerosos estudios
realizados en las últimas décadas han permitido
avanzar en el conocimiento de esta civilización
y de la más valiosa de sus obras. La mayor
parte de las investigaciones demuestran que la
construcción de Machu Picchu vino precedida de
un extraordinario trabajo de planificación, con
la realización de un completo proyecto
urbanístico y paisajístico. Según los trabajos
de Wright Water Engineers, un complejo sistema
de drenaje evita el desmoronamiento de la ciudad
y facilita el riego y el abastecimiento de agua
potable, mediante un avanzado sistema de canales
y fuentes. Las investigaciones de Dearborn,
White, Thomson y Reinhard concluyen que la
alineación de los edificios importantes coincide
con el azimut solar durante los solsticios. Los
estudios han descartado su carácter militar,
otorgándole una finalidad religiosa –como
santuario–, palaciega –como residencia de
descanso de Pachacútec, el primer inca del
Tahuantinsuyo, que, según concluyen dichas
investigaciones, habría ordenado su
construcción– o ambas al mismo tiempo.
Machu Pichu fue descubierto por varios
exploradores italianos, alemanes y
norteamericanos durante el siglo XIX. Pero fue
el investigador Hiram Bingham, en 1911, quien
reconoció el enorme valor de su hallazgo, quien
realizó los primeros estudios de sus ruinas y
quien los divulgó por el mundo –también, por
otro lado, quien expolió cerca de 45.000 piezas
arqueológicas, 4.000 de las cuales han
permanecido durante todo un siglo en la
Universidad de Yale, que financió las
expediciones de Bingham–.
Perteneciente a Orient-Express, Machu Picchu
Sanctuary Lodge es la opción lógica de
alojamiento. No tanto por el reconocido nivel de
servicio de esta cadena; principalmente porque
está situado a sólo 50 metros de la ciudadela,
lo que –además de regalar vistas inigualables
desde las habitaciones– permite explorarla a
primera hora de la mañana, y al atardecer cuando
los turistas lo han abandonado. El viaje en el
tren Hiram Bingham, de la misma cadena, a través
de las montañas desde el Cuzco, es el medio más
confortable para llegar a Machu Picchu, si no se
opta por un rápido viaje de 25 minutos en
helicóptero.
Más información en sancturaylodgegotel.com.pe
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Este antiguo ‘llaqta’ construido en
el siglo XV está considerado una de las grandes
maravillas del mundo moderno, al ser al mismo tiempo
una obra maestra de la arquitectura y una hazaña de
la ingeniería.
La construcción de una ciudad,
encaramada en lo alto de un monte a 2.450 metros
sobre el nivel del mar, en un terreno con estas
características orográficas, de subsuelo, humedad e
–incluso– sísmicas, sería un reto para arquitectos e
ingenieros de hoy. Es un completo misterio cómo pudo
edificarse con los medios disponibles en los Andes
en el siglo XV. Los incas no hacían uso de la rueda,
ni de animales de carga, ni del hierro y, sin
embargo, la ciudadela está formada por millones de
piedras perfectamente talladas, algunas de las
cuales pueden llegar a pesar más de veinte
toneladas. Aunque sigue siendo un enigma porqué
eligieron un emplazamiento tan adverso y cómo
alcanzaron niveles tan altos de sofisticación
técnica, numerosos estudios realizados en las
últimas décadas han permitido avanzar en el
conocimiento de esta civilización y de la más
valiosa de sus obras.
La mayor parte de las
investigaciones demuestran que la construcción de
Machu Picchu vino precedida de un extraordinario
trabajo de planificación, con la realización de un
completo proyecto urbanístico y paisajístico. Según
los trabajos de Wright Water Engineers, un complejo
sistema de drenaje evita el desmoronamiento de la
ciudad y facilita el riego y el abastecimiento de
agua potable, mediante un avanzado sistema de
canales y fuentes. Las investigaciones de Dearborn,
White, Thomson y Reinhard concluyen que la
alineación de los edificios importantes coincide con
el azimut solar durante los solsticios. Los estudios
han descartado su carácter militar, otorgándole una
finalidad religiosa –como santuario–, palaciega
–como residencia de descanso de Pachacútec, el
primer inca del Tahuantinsuyo, que, según concluyen
dichas investigaciones, habría ordenado su
construcción– o ambas al mismo tiempo.
Machu Pichu fue descubierto por
varios exploradores italianos, alemanes y
norteamericanos durante el siglo XIX. Pero fue el
investigador Hiram Bingham, en 1911, quien reconoció
el enorme valor de su hallazgo, quien realizó los
primeros estudios de sus ruinas y quien los divulgó
por el mundo –también, por otro lado, quien expolió
cerca de 45.000 piezas arqueológicas, 4.000 de las
cuales han permanecido durante todo un siglo en la
Universidad de Yale, que financió las expediciones
de Bingham–.
Perteneciente a Orient-Express,
Machu Picchu Sanctuary Lodge es la opción lógica de
alojamiento. No tanto por el reconocido nivel de
servicio de esta cadena; principalmente porque está
situado a sólo 50 metros de la ciudadela, lo que
–además de regalar vistas inigualables desde las
habitaciones– permite explorarla a primera hora de
la mañana, y al atardecer cuando los turistas lo han
abandonado. El viaje en el tren Hiram Bingham, de la
misma cadena, a través de las montañas desde el
Cuzco, es el medio más confortable para llegar a
Machu Picchu, si no se opta por un rápido viaje de
25 minutos en helicóptero.
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