Tapas para reinventar la cocina alemana
 

La gastronomía alemana es más variada y atractiva que lo que sus tópicos admiten. Algunos restaurantes de Berlín quieren demostrarlo, ir más allá de la salchicha, la cerveza y el chucrut. Por mero orgullo patrio, y por un sentido práctico con el que emplear sus propias materias primas, han ideado las tapas alemanas. Ni siquiera se han molestado en cambiarles el nombre.

Y es que los restaurantes de Berlín también tienen que competir en casa con gastronomías más atractivas y populares como la mediterránea, la asiática o la omnipresente hamburguesa estadounidense ante ciudadanos y visitantes procedentes de todo el mundo.

Son conscientes de que casi siempre una mala paella gana por goleada a un codillo ante un estómago de cualquier procedencia, incluso en invierno. Por eso han aprovechado la buena fama de la cocina española para crear las “deutsche tapas“ en las que emplean ingredientes de temporada e introducen el concepto de aperitivo en los estrictos hábitos germanos, que en este caso no son fruto del lugar común aunque en la locura de la capital los alivie.

Desde hace unos años se puede degustar a la orilla del Spree una de matjes -sus propios arenques-, ciruelas envueltas en tocino, Königsberger Klopse (albóndigas cocidas con salsa de alcaparras) o morcilla alemana con puré de manzana si se visita Schnitzelei, un lugar de Berlín muy popular entre la gente local.

Otro restaurante que muestra lo mejor de su cocina en porciones pequeñas es el del hotel Gran Hyatt de la capital alemana, donde ofrecen una versión en miniatura de un plato típico, el käsespätzle, que es pasta alemana con queso.

Zum Schwarzen Hasen -El conejo negro- es un local del centro de la ciudad que despliega una variedad de verduras, pescados y carnes en forma de tapa con un toque gourmet.

Más accesibles y cercanas en cuanto a distancia son las tapas a base de pollo y salchichas del Paulaner Bierhaus, que se atreve a competir con los pintxos de San Sebastián.